La marca como atmósfera

La marca como atmósfera

¿Has visto cómo algunas de las firmas más influyentes del mundo están dejando de hablar de sus productos para empezar a construir experiencias que se viven como destinos? Chanel lo hizo con The Coco Café, un espacio temporal en el que la marca se volvía tangible a través de un café, sesiones de maquillaje, diseño y comunidad. Más que vender, ofrecía una pausa, un momento compartido dentro del universo Chanel.

Louis Vuitton ha seguido pasos similares. No solo con su estrategia de tiendas experienciales, sino expandiéndose hacia hoteles, restaurantes y espacios que no buscan únicamente transacciones, sino permanencia emocional. Lo interesante no es únicamente el despliegue de lujo o presupuesto, sino la estrategia detrás: en un contexto saturado de estímulos y competencia, las marcas están buscando insertarse con naturalidad en la vida cotidiana de las personas, construyendo una presencia más viva, más frecuente, más deseable.

Hoy en nuestro blog, te invitamos a voltear la mirada hacia una innovación que nos encanta: la expansión de las marcas hacia espacios para ser habitadas. No necesariamente físicos, pero sí sensoriales, emocionales, integrados a nuevas rutinas. Ya no se trata solo de comunicar lo que se vende, sino de abrir caminos para que las personas vivan lo que una marca representa, más allá de lo evidente.

Esta tendencia, que ha sido abrazada por firmas globales, no es exclusiva de ellas. En América Latina ya hay marcas explorando rutas similares, en escalas muy distintas, pero igualmente inspiradoras. Cervecería Patagonia, por ejemplo, creó un bar inmerso en la naturaleza de Bariloche, donde la experiencia gira en torno a la conexión con el entorno, con el tiempo lento, con la autenticidad. Casa Bosques, en Ciudad de México, convierte el chocolate en una experiencia de diseño, arte y contemplación, donde la tienda se percibe más como una galería que como un punto de venta. Selina, con presencia en toda la región, ha hecho del alojamiento una extensión del estilo de vida de su comunidad: nómadas digitales, artistas, creativos que buscan no solo cama, sino comunidad.

Lo potente de estas estrategias es que no responden únicamente a una necesidad de innovación, sino a una oportunidad de mercado: las marcas que logran volverse lugares —físicos o simbólicos— donde la gente quiere estar, conversar, descubrir o simplemente pasar el rato, abren puertas a nuevas industrias, generan alianzas inesperadas y se posicionan culturalmente desde otro lugar.

Esto no quiere decir que todas las empresas deban abrir cafés o montar una instalación artística, pero sí abre una pregunta importante: ¿tu marca podría ser habitada? ¿Podría ofrecer una experiencia que conecte emocionalmente más allá del producto? ¿Está lista para explorar nuevos territorios, así sea en colaboraciones, eventos, activaciones, residencias o experiencias efímeras?

Cuando una marca se vuelve atmósfera, deja de competir solo por atención. Se convierte en compañía, en contexto, en parte de la vida.


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